dimecres, 25 de febrer del 2009

El coronel solitario o el emprendedor en tiempos de crisis...


A veces es bueno escuchar a los clásicos, inspiran. Por eso mientras escribo este artículo Händel y sus Water Music,en una rara grabación de la orquesta Ferenc Liszt, de Budapest. Una belleza, una rareza…
Escucho al de Halle para asimilar , básicamente. O intentarlo, si se puede. Porque cuando se oye hablar de créditos todo el apogeo de trombas y violines se tornan en agudísimos cornetines y tambores de guerra, si me permiten ustedes la expresión. Vaya por delante que personalmente he tenido una muy mala experiencia y otra que parece mucho mejor, no puedo quejarme en demasía. Pero sí he sabido hace muy poco tiempo de un caso que invita a reflexionar,- y mucho -, sobre la ética del sistema bancario español.
Como ustedes sabrán, los promotores inmobiliarios españoles se tornaron hoteleros no hace mucho. Ilustres apellidos del cimiento y hormigón hacían sus pinitos en el arte de levantar hoteles en medio de las principales ciudades españolas. Son, como norma general, hoteles muy bien situados, cuya localización ya les garantizaba un porcentaje de ocupación muy elevado y una cuenta de resultados más o menos saneada. A ello los próceres del ladrillo lo llamaron diversificación de beneficios. Saneamiento de cuentas, decían: no se debe tener todos los huevos en un mismo cesto. La realidad era bien diferente, y ha estallado ahora: más que evitar riesgos, los constructores lo que hicieron en la mayoría de los casos fue aumentarlo, pues siguieron con el mismo frenético ritmo de adquisición y construcción de suelo a la par que construían esos hoteles.
El resultado ha sido el sabido por todos: tras la explosión de la burbuja crediticia en USA, las consecuencias en Europa han sido terribles. El consumo se ha parado debido al colapso financiero provocado por el cobro de los seguros de las hipotecas, los famosos “bonos basura” hipotecarios cuyo pago no hubiera tenido mayores consecuencias si hubieren sido realizados de modo sistemático y escalonado pero no de forma masiva, tal como fue el caso. El sistema quebró, y con él, los constructores-hoteleros.
Para ahorrar largas explicaciones, ahora muchos de estos activos hoteleros están en venta, en el mercado. Los constructores, ávidos de “cash” para pagar sus cuantiosas deudas han puesto a la venta sus joyas de la corona. O lo que ellos creen que les sacará momentáneamente de sus problemas. Los primeros problemas han venido con las tasaciones: muchos de los vendedores quieren vender a precios de burbuja inmobiliaria cuando lo que se está ofertando en el sector son precios de crisis. Es decir, un % muy elevado de caída de precio. Lo que en 2006 valía 100 millones, hoy se puede tornar 75. Fácilmente. En algunos casos ( todo depende de lo ahogado que esté el promotor) el acuerdo sobre el valor de los activos hoteleros ha podido llevarse a cabo con más menos brillantez. En otros, el arruinado empresario ha optado por lo fácil y ha cerrado el hotel, sin más. Antes no pagar que perder más, piensan algunos.
El drama viene cuando un emprendedor - sabedor de que las gestiones de dichos hoteles pueden ser manifiestamente mejorables- se hace con los servicios de una consultora de prestigio logra cerrar un acuerdo de compra o de opción de compra con alguno de estos antiguos empresarios del ladrillo. Cerrado el acuerdo, viene la peregrinación por las entidades bancarias, para pedir el dinero que podría faltar para completar la operación. Las negativas son de lo más variado: desde que lo sienten mucho pero que no dan créditos altos en este momento hasta la petición abusiva de garantías hipotecarias que ahogan cualquier aventura empresarial. Porque la raíz del mal no se encuentra en la negativa o no de la entidad crediticia, sino en el propio sistema crediticio español. En otros países se suele hipotecar la casa o edificio a comprar. Se valora y se otorga un crédito por un valor determinado poniendo como garantía el objeto a comprar. En España no: se persiguen las garantías sobre el comprador, pero no sobre lo comprado. Si hay impago, entonces puede que lo adquirido – en este caso un hotel – pueda verse al fin afectado y vendido. Cuando no se persigue al deudor hasta límites insospechados.
Es, quizás, una injusticia: normalmente el valor de los inmuebles debería ser suficiente . Pero no: los bancos quieren y exigen como si estuviéramos nadando en la abundancia, insensibles al hecho de que conseguir avaladores o avales suficientes para emprender una aventura empresarial es, hoy por hoy, tarea harto difícil. Quizás una modificación de criterios favorecería la circulación de capital y por tanto la creación de riqueza. Hoy en día existen en Mallorca varios hoteles cerrados. No por vacaciones, sino por decisión de sus propietarios. Puede que más de un empresario los quisiera abrir este abril, pero con estas condiciones temo que sus puertas seguirán clausuradas. Lo que no sabe el banquero – y si lo sabe, lo quiere ignorar – es que un hotel cerrado pierde valor. Nunca lo gana. Debería ser un motivo de reflexión pues para la banca su actitud: están quitando valor a los activos de sus deudores. Así muy difícil les será devolver el capital.
Lo que llama la atención es que se trata de la misma gente que avalaba compras de solares rústicos para su ulterior recalificación en urbana con una muy débil garantía de que ello sucediera. O los mismos que aceptaban como buenas abultadas tasaciones para poder justificar o cubrir según qué compras. Unos tanto y otros tan poco…
Lo dicho, nos encontramos como ese coronel a quien nadie escribía. O lo que es lo mismo, somos emprendedores en tiempos de crisis…